Las razones para los parquímetros

“Mejorar la movilidad, la disponibilidad de espacios (a razón de tres mil 775 cajones, a diez pesos la hora), incentivar el uso del transporte público y medios alternos como la bicicleta o caminar para acceder al Centro Histórico de Morelia”, forman parte de una lista de buenas intenciones con las que, candorosamente, el Ayuntamiento pretende justificar la instalación de parquímetros en el primer cuadro de la urbe.

En muchos ámbitos de la vida pública, en los más distintos estratos y en lugares diversos, el argumento parece ser siempre el mismo: esto que hago no lo hago por mí, no subo los impuestos porque yo lo quiera, lo hago por ustedes, para que tengan una mejor calidad de vida (?!). Esto contrasta, por supuesto, con lo que se ve en las calles y entre la población.

Que no se trata de una medida recaudatoria, nadie se lo cree. Si se hacen algunas operaciones matemáticas elementales, digamos, y una suma, un par de multiplicaciones, tenemos que de tres mil 775 espacios por diez pesos por doce horas se obtienen 453mil pesos al día; pero el problema no es éste, vuélvase a llevar el auto al Centro Histórico, no le pague quince o 20 pesos al franelero por las ocho horas de su jornada laboral, páguele 80 o 100 al Ayuntamiento. ¿A poco no se siente mejor? Por fin el comercio informal de cajones para estacionamiento va a estar regulado.

Mejorar la movilidad: concedido, quién va a querer ir al Centro. La disponibilidad de espacios: concedido, quién va a querer estacionarse, salvo los que no tengan de otra. Incentivar el uso del transporte público: eso ya está muy incentivado, siempre van llenos los camiones y las combis que atestan las calles del primer cuadro y entorpecen la circulación. Incentivar el uso de medios alternos como la bicicleta o los pies: ¡ah bueno!, ni qué estuviéramos en Roma o en París para utilizar las ciclovías (no improvisadas cerrando avenidas los domingos) y los caminos peatonales que conectan toda la ciudad. Camine de Casa de Gobierno al Centro y a ver si puede cruzar la denominada curva de Santa María a pie.


Otra duda: ¿Qué va a pasar con los franeleros? Uno se queja de ellos siempre (un servidor incluido), pero creo que laboran en las calles porque no tienen mejores alternativas para recaudar dinero para su comida. Y a todo se acostumbra uno menos a no comer. En este país, como me comentaba Jorge Amaral, el 60 por ciento de la economía es informal. ¿Adónde van a mandar a los franeleros? ¿A que acudan a un curso para poner una tiendita? Si ni casa tienen.

Ya estoy viendo la siguiente profesión de los lavacoches: yoyeros (Amaral dixit). Sí, como cuando había monedas de 100 pesos, de esas gruesas, a las que uno les hacía un orificio y les ponía un cordón, las dejaba caer en las ranuras de las maquinitas, sacaba un crédito y jalaba el cordel para recuperar intacta la moneda. Y a jugar.

Lo digo sinceramente, no es mi intención desobedecer las leyes, así sean injustas e injustificables, si un franelero me ofrece lavarme mi carro y evitar el parquímetro por 30 pesos, yo se los doy. Discúlpenme, pero es que no soy rico. Diez por ocho, por cinco días, por cuatro semanas. Son matemáticas elementales.